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Pasión por la lluvia

Pasión por la lluvia

   Diego Emilio Abreu ama la lluvia, no como inspiración nostálgica de compositores y poetas, sino por su función abastecedora de agua para Cuba, donde se carece de grandes recursos hídricos.
   Especialista hidráulico, recién resultó uno de los dos galardonados de ese sector en el país con el Premio Vida y Obra, otorgado por la Unión Nacional de Arquitectos e Ingenieros de Cuba (UNAIC), por su existencia consagrada al desarrollo de la profesión con aportes relevantes.
   Alto, delgado y buen conversador parece que desestima sus 66 años, con muchos planes y una buena dosis de sueños. Tras unos pocos días de jubilación en la Empresa de Aprovechamiento Hidráulico, comenzó a trabajar en el área técnica y como asesor en la Delegación del ramo en Villa Clara.
   El paso del tiempo también tiene su ventaja, lo que falta en fuerza física se gana en experiencia, destacó, por lo cual  después de 45 años de labor aseguró con certeza su gusto por las investigaciones hidrológicas, el hidroclima y los ríos.
   Fundador de la UNAIC, encabeza la delegación de base a la cual pertenece, es vicepresidente de la Sociedad de Ingeniería Hidráulica en ese territorio central y miembro del Comité Nacional de la organización profesional.
   Diego Emilio afirma, con una sonrisa, que la carrera universitaria lo escogió a él, cuando recuerda infancia y adolescencia en su natal Santa Clara, donde ha pasado la mayor parte de su vida.
   Pensaba estudiar mecánica, nos dice, pero un llamado para la formación de ingenieros hidráulicos lo llevó a esa especialidad, que le ha traído más momentos felices que sin sabores, de lo cual da fe Mireya Villega, su compañera de profesión y en la vida por 42 años, de cuyo amor nacieron dos hijos.
   Entre sus planes actuales figura la terminación de un texto sobre hidrología, la práctica de docencia ante la posible apertura de la carrera en la Universidad Central de Las Villas; mientras su poco tiempo libre lo comparte en familia, donde se siente feliz, fundamentalmente con los tres nietos.
   Siempre queda un espacio para la música instrumental, la visita a museos, las lecturas históricas y, sobre todo, la realización de poemas,  los que nacen de la sensibilidad necesaria para amar la naturaleza, según las propias palabras de Diego Emilio.

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