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Pilongos

Más de un siglo con la hora exacta

   La medida del tiempo resultó siempre de gran interés para el hombre, quien ha creado desde relojes de sol o de arena hasta atómicos, estos últimos capaces de funcionar por tiempo prolongado sin adelantarse ni retrasarse un minuto.
    El transcurso inexorable de cada segundo, motivo de meditación para filósofos y artistas, también estimuló la creación de fabricantes de una treintena de esas máquinas que, con más de 100 años de existencia, se exponen en el museo de historia de Sagua la Grande, en la provincia cubana de Villa Clara.
   La sala muestra la curiosa variedad de relojes de pared, en cajas bellamente talladas en Cuba, con mecanismos importados fundamentalmente de Estados Unidos o Europa y entre los cuales abunda la marca Ansonia Clock, del cercano país norteño
     Sobresale el hermoso ejemplar francés que, además de calcular el tiempo, cuenta con barómetro y termómetro para convertirse en bella y utilitaria pieza.
  Entre los más antiguos, dos ejemplares de pie se yerguen  majestuosos como en constante desafió al paso de los años, los cuales cuentan los minutos desde hace más de una centuria, para el asombro de los visitantes.
   La llegada de la hora exacta se convierte en acontecimiento, pues el recinto se llena  de melodiosas campanadas  como antaño sucedía en terminales de trenes, tiendas, hogares, correos y escuelas, sitios en los cuales  ejercieron una importante función.
  Sobre el brilloso piano descansa el hermoso adorno  de porcelana, con gráciles toques florales, donde el discreto reloj continúa la medida del tiempo, como lo ha hecho para varias generaciones de cubanos.    

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