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El llamado de centenarias aldabas

  Rostros de enfurecidos leones junto a otras delicadas imágenes de gran valor estético, proliferan en centenarias aldabas que sobreviven al tiempo, en las puertas de cedro de las viviendas coloniales de Remedios.
   A la primera mirada de la octava Villa de Cuba, sobresale la riqueza arquitectónica de la localidad, donde hace 495 años se asentó un grupo de españoles, en un sitio conocido como Santa Cruz de la Sabana de Vazco Porcallo.
   El auge de la industria azucarera, a mediados del siglo XIX, facilitó el desarrolló de construcciones,  donde se destacan los llamadores, imprescindibles para avisar la llegada de los visitantes en casas de gran extensión, incluso algunas que alcanzaron hasta una manzana.
  Este fue el momento en que se perfeccionó la forja en hierro, la reja de madera fue sustituida por la de metal y se utilizó el guardapolvo sobre la ventana, accesorios que en otras ciudades de la Isla eran importados, fundamentalmente del país Ibérico.
   La materia prima de las fraguas se adquiría en Estados Unidos y los herreros remedianos, devenidos artistas, detallaban cada obra, de ahí los definidos rasgos de un güije o un diablillo, así como la delicada mano femenina donde se destaca un hermoso anillo.
   Digna de atención resulta la inmensa aldaba que preside  el portón de la Parroquial Mayor San Juan Bautista,  inmueble que cuenta  con una fisonomía que transitó por los más variados códigos arquitectónicos, para permanecer en la actualidad como una joya cubana del barroco.
   Para los remedianos contemporáneos, resulta natural y necesario el uso de los llamadores, que desde pasadas épocas forman parte de las puertas en añejos  locales donde se asientan instituciones públicas y viviendas,.
   La minuciosidad y belleza de cada pieza fundida en hierro, y el hecho de que aún conserva su carácter utilitario original singulariza  a la central localidad cubana.     



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